sábado, 10 de marzo de 2012

De dónde demonios ahorrar


Con este mismo título. publiqué aquí hace dos años otro artículo, cuando el agujero de nuestras finanzas era mucho menor que ahora. Lo releo y veo que de entonces a acá no se ha hecho prácticamente nada para cuadrar nuestras cuentas.
Y eso que es posible hacerlo. ¡Vaya si es posible!
Para ello, hay que reconocer, en primer lugar, la magnitud del problema, algo que tampoco se hace. Alberto Fabra anunciaba el jueves que serán precisos ajustes adicionales “entre 400 y 500 millones de euros” cuando, según todos los cálculos, el esfuerzo ahorrador de la Generalitat habrá de ser mucho mayor.
En cualquier caso, ¿de dónde obtener esos ingresos “adicionales”? Si hay voluntad política de conseguirlos, no resulta tan difícil. Este periódico realizaba el pasado domingo un ejercicio de imaginación que le permitiría al Estado ahorrar 140.000 millones sin necesidad de recortar los presupuestos de Educación ni Sanidad.
¿Y nuestra Comunidad? Esta misma semana, el ministro García-Margallo ponía como ejemplos de ineficiencia económica dos casos “de mi tierra”, decía él: el del “aeropuerto sin aviones”, refiriéndose obviamente al de Castellón, y a los 60 funcionarios que llegó a tener la oficina valenciana en la UE.
Éstos y otros ejemplos no son el chocolate del loro. Pensemos en la floración de empresas públicas que ahora se trata de atajar, en los asesores prescindibles de la Administración que nos cuestan 25 millones anuales, en las oficinas del IVEX por todo el mundo en competencia con las del Gobierno de España, en el déficit anual de 200 millones de Canal Nou, en las subvenciones públicas que conllevan un amiguismo soterrado, en los coches oficiales, tarjetas de crédito y teléfonos de los políticos (240.000 euros al año sólo los móviles de los diputados autonómicos),…
¿Van haciendo el cálculo? Y todo esto, sin contar con la carestía de las duplicidades administrativas, los trámites engorrosos y el solapamiento de funciones.
O sea, que aún queda mucha tela por cortar.
Si quisiéramos llegar más lejos, se podría poner en cuestión la necesidad de 99 diputados autonómicos, la costosa existencia de la Diputaciones provinciales, la creación de organismo consultivos donde se recoloca a políticos en paro o el mantenimiento de 542 municipios, la mayoría de ellos obviamente inoperantes.
Porque otra de las singularidades de nuestro país, digámoslo ya, es la profesionalización con sueldo de infinidad de alcaldes y de concejales de pequeñas poblaciones. En contraste, la televisión acaba de reponer la magnífica película de Norman Jewison En el calor de la noche, en la que el alcalde de un pueblo norteamericano despachaba con el jefe de policía en el taller de coches donde trabajaba. Justo lo contrario que aquí.
Y es que aquí aún no nos hemos dado cuenta de que nada volverá ya a ser como antes. Como dice Santiago Niño, el único economista español que previó la crisis actual, “esta vida de la que hemos estado disfrutando, queriendo siempre tener más y más, se ha acabado”.
Otro de los pocos economistas de que me fío, más próximo a mi persona, remacha que ese sonsonete de “qué debemos hacer para mantener las prestaciones sociales” está mal planteado. “Lo correcto es precisamente lo contrario: ver cuántas prestaciones sociales podemos pagar con los ingresos que somos capaces de generar”. Y concluye: “Cuanto más tardemos en adaptarnos a esta nueva realidad, peor nos va a ir”.
Pues eso.

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