miércoles, 13 de julio de 2011

Trabajar mejor

Si yo fuese alemán, holandés o finlandés, también me cabrearía tener que ayudar a los países del sur de Europa, que se han gastado alegremente un dinero que no tenían, mientras que, en cambio, ellos trabajaban duramente para conseguirlo.


El líder de la emergente extrema derecha finlandesa, Timo Soini, dijo en una entrevista reciente: “Nosotros somos una gente seria que paga religiosamente sus impuestos. ¿Por qué tenemos que sacarle las castañas del fuego a unos tipos que se dedican a evadir dinero del Fisco?”


La frase, claro, es una simplificación propia de los extremistas. Pero luego se ha sabido que solo uno de cada cuatro griegos cumple sus obligaciones con Hacienda y así no hay manera de contradecir a nadie, por muy xenófobo que éste sea.


Lo que más le molesta a la gente fría del norte es que, según ella, en los países mediterráneos nos pasamos el día —y, sobre todo, la noche— de juerga. Y eso que no ven lo que sucede a las cuatro de la madrugada de los sábados en algunas calles de cualquier ciudad española. En muchas de ellas hay más tráfico que en las horas punta de una jornada laboral: eso sí, con algo más de alcohol en las venas.


Otro escenario de su escándalo serían los campos de golf, llenos de prejubilados de oro a costa de la Seguridad Social, con tiempo y dinero de sobra para obtener unos handicaps que ni Sergio García. Concretamente, tengo un compañero de estudios que lleva los últimos trece años recorriendo todos los green de España, haciendo buena la frase de un articulista: “En los campos de golf de este país se acumula más talento económico desaprovechado que en muchas empresas”.


Se argumentará, en mi contra, que según las estadísticas los españoles trabajamos más horas que los alemanes, por ejemplo. Pues claro que sí. ¿Pero lo hacemos mejor?


Por culpa de nuestros malditos horarios, cenamos cuando ya deberíamos estar durmiendo, los mejores programas de la tele acaban a medianoche y los bares permanecen abiertos hasta la madrugada. Así, claro, llegamos dormidos al trabajo, nuestra productividad es escasa, los accidentes laborales menudean, el absentismo es mayor que el de otros países… y, por supuesto, que no nos quiten el bocata de media mañana.


No se trata, pues, de estar más horas en el trabajo, sino de hacerlo mejor: ser más eficaces, ir más descansados por la vida, poder pasar más tiempo con la familia y, de paso, quitar argumentos a quienes, con razón, les cabrea ayudar a los sureños de Europa y ver luego cómo les refriegan su esfuerzo contra los morros.

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