domingo, 10 de julio de 2011

Los políticos no van al paro

La prueba de la inutilidad de los prolijos consejos encargados de asesorar a la Generalitat es que no están compuestos por profesionales expertos en el tema, sino por políticos cesantes. ¿O acaso el recién nombrado Joan Ignasi Pla es un jurista de dilatada y brillante trayectoria? ¿O Glòria Marcos representa mejor que nadie al mundo de la cultura?

Está claro que no hay como ser un profesional de la política para reencontrar acomodo cuando se pierde un trabajo debido a que los electores no le han votado a uno o porque el líder del partido respectivo decide relevarlo para rodearse de gente más afín.

Ésa es la conclusión de los nombramientos de este jueves para formar parte de unos organismos a lo que se ve perfectamente prescindibles. Por cierto: ¿no se había hablado de recortes, de supresión de entes públicos, de reducción de la Administración, de disminuir el número de asesores…?

Una cosa es lo que se dice, pero otra muy diferente lo que se hace. Y, mírese por dónde, unos partidos políticos que no se ponen de acuerdo en las medidas contra la crisis, en la creación de empleo ni en otros asuntos fundamentales para los ciudadanos, sí son capaces de consensuar en un santiamén el futuro laboral de sus congéneres.

Por eso, los nuevos nombres del Consell Valencià de Cultura, el Jurídic Consultiu, el de Administración de RTVV y los que vengan resultan muy ilustrativos por su carácter intercambiable: ¿Por qué Martín de Quirós, Pepa Frau, José Díez, Ana Noguera o Vicente Farnós, gentes todas ellas excelentes, por otra parte, no están en un consejo y sí en otro? Por azares de la política, se podría decir.

En otro momento y en otra coyuntura, los mismos u otros nombres parecidos pueden acabar de diputados europeos, gerentes de empresas públicas, asesores de libre designación, miembros del Tribunal de Cuentas y demás instituciones varias con cargo al erario público.

Y, si no, “siempre nos quedará el Senado”, lo mismo que le quedaba a Humphrey Bogart el recuerdo de París junto a Ingrid Bergman.

Porque ese otro, el “examen de valencianía” de los senadores designados por Las Corts, ha sido el espectáculo político de la semana anterior. ¿Cómo es que Joan Lerma tiene que demostrar a estas alturas su defensa de la Comunidad Valenciana? ¿Se trata de una broma?

Tal lo parece, ya que el Senado no es ninguna cámara de representación territorial —sí lo es, en cambio, en Estados Unidos y a nadie se le ocurre interrogar a un aspirante a senador sobre cosas de tan poco fuste—. En realidad, y dado su carácter de cámara de segunda lectura parlamentaria, el Senado a lo más que aspira es a demorar la aprobación de leyes y no a impulsarla. Por eso se lo considera una institución que alberga a políticos amortizados o que les sirve para complementar jugosos sueldos, como en el caso de la pluriempleada presidenta castellano-manchega y secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal.

Por eso mismo, a nadie escandaliza tampoco que al ex conseller Gerardo Camps se le recoloque temporalmente como senador, en espera de un puesto de diputado nacional en la próxima legislatura.

Y es que, con la que está cayendo, no parece muy caritativo dejar en el paro a compañeros de partido. Ni siquiera a enemigos internos de Francisco Camps, como José Joaquín Ripoll, a quien la dirección nacional del PP parece estar buscando ya un acomodo bien retribuido. Cosas de la política.

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