domingo, 30 de enero de 2011

Para qué sirve el Senado

El Senado sirve para colocar a políticos en vías de amortización y agradecerles con un sueldo los servicios prestados.

Si alguien cree que esta definición de nuestra cámara alta es injustamente cruel, le transmito lo me que dijo hace poco un ex senador del PNV: “Si los ciudadanos españoles supiesen cómo se sestea y se pierde el tiempo en esa institución, montarían en cólera”.

Ya ven si la cosa tiene su gravedad. En otros países con Parlamento bicameral, el Senado alberga la representación territorial del Estado. Eso sucede, por ejemplo, en Alemania y en Estados Unidos. En este último país, el cargo de senador es el más importante tras el de Presidente. Una cámara adversa bloquea de hecho cualquier iniciativa presidencial y obliga al poder ejecutivo a laboriosas componendas.
Aquí, en cambio, pese a la existencia de comunidades autónomas, sólo sirve para posponer leyes que más tarde aprueba el Congreso de los Diputados en una segunda lectura. Por esa limitación legislativa, en el Senado hay pocos nombres de relumbrón. Algunos llegan como premio por haber deshecho algún partido menor que incordiaba al que luego, en agradecimiento, los nombra. Otros, por haberse quitado ellos mismos del medio: “Me dieron a elegir entre ser senador o eurodiputado; dije que si me compensaban la diferencia económica me quedaba en Madrid”, me confiesa sin rubor otro miembro de la cámara.
Últimamente, sin embargo, el Senado no sólo sirve para reciclar a políticos en desguace sino también para dar trabajo a intérpretes de las diferentes lenguas hispanas. No parece gran cosa, no, pero con el enorme paro que hay, algo es algo.

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