domingo, 29 de abril de 2012

Nadie es responsable


Resultan penosas todas y cada una de las sesiones parlamentarias de control al Consell. En la de este jueves, el nuevo portavoz socialista, Antonio Torres, echaba la culpa de todos nuestros males económicos al Gobierno de Mariano Rajoy, mientras que Alberto Fabra aludía una vez más a la desastrosa herencia recibida de Rodríguez Zapatero.

Siempre la misma cantinela.

¿Nadie es capaz de reconocer siquiera un solo error propio? Esa falta de autocrítica resulta particularmente notoria en el PP, ya que la política dispendiosa y manirrota de Francisco Camps ha dejado a nuestra Comunidad en situación más vulnerable que otras.

La tozuda actitud de mantenella y no enmendalla es común a todas las ideologías. La practica aquí el partido de Gobierno, en el que ningún responsable político tanto de la Diputación como del Ayuntamiento de Valencia asume responsabilidad alguna en el saqueo de Emarsa durante el mandato de Enrique Crespo y Esteban Cuesta.

Más pintoresco resulta aun el caso del presidente andaluz, el socialista José Antonio Griñán, defendiendo a su ex consejero Antonio Fernández, encarcelado por el fraude millonario de los EREs.

¿Pero es que no hay nadie con una pizca de sentido común?

Otra frase curiosa de esta semana que acaba es la pronunciada por nuestro conseller de Economía, Máximo Buch. Preguntado por la continuidad de José Luis Olivas al frente de Bancaixa, se llama a andanas, como si la Generalitat no hubiese tenido nada que ver con su nombramiento al frente de la entidad.

Todas y cada una de las Comunidades Autónomas, sin excepción, son responsables del nombramiento de los presidentes de las cajas de ahorro, del amiguismo practicado por ellos en la concesión de créditos y del injusto y vertiginoso enriquecimiento de sus directivos.

Otro que tal baila es el gobernador del Banco de España, Fernández Ordóñez, conocedor del lío contable de esas entidades de crédito y culpable por ello del aumento de su morosidad, de su insolvencia y de su falta de liquidez.

En Estados Unidos también tuvieron un problema derivado de su propio boom inmobiliario, iniciado por la política de Bill Clinton de créditos baratos para la adquisición de viviendas por todo el mundo. A diferencia de aquí, se pinchó enseguida la burbuja inmobiliaria, algunas entidades de crédito quebraron, el valor de los inmuebles bajó a la mitad, el dinero se movió de unas manos a otras y, en consecuencia, el crédito pudo seguir fluyendo hacia las empresas y los particulares. Gracias a ello, la economía norteamericana salió bien pronto de la crisis económica.

Justo, todo lo contrario de lo sucedido aquí, donde se ha pretendido salvar lo insalvable, se ha dejado a los banqueros salirse de rositas y se ha paralizado la economía por culpa del dinero enterrado en el ladrillo.

De todo ello habrá que exigir responsabilidades algún día, más bien pronto que tarde. No se trata de ningún juicio penal, como el del ex primer ministro islandés Geir Haarde, en el que lógicamente ha sido absuelto. Pero sí, en cambio, de asumir la responsabilidad política que ha acabado con la carrera del islandés.

Ya ven que no es mucho lo que se pide. Tan sólo que en vez de echarse la culpa unos a otros nuestros políticos nos digan humildemente  a los ciudadanos: “Lo sentimos, lo hemos hecho mal”.

Pero ni por ésas.    




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