lunes, 2 de abril de 2012

La huelga y la Comunidad Valenciana

La ausencia de 43 diputados el pasado jueves en Les Corts evidenció, más que su hipotético apoyo a la huelga general, el carácter prescindible de la mayoría de ellos.

Para mayor inri, mientras a cualquier huelguista se le descuenta el salario de ese día, a los parlamentarios ausentes al trabajo no se les quita ni un euro.

Ésa es una de las paradojas de una jornada de protesta porque “quieren acabar con todo”. ¿Quiénes? ¿Los banqueros? ¿La patronal? ¿Angela Merkel y Sarkozy? ¿Las agencias de rating? ¿Los jubilados japoneses a través de sus fondos de inversión? ¿Rajoy y sus cuates?

De momento, para lo que ha servido la huelga general es para subir nuestra prima de riesgo, para que se hable del posible rescate de España —hasta el comisario europeo Joaquín Almunia lo va diciendo por Bruselas— y para asustar a posibles inversores foráneos.

Es lo que les ha sucedido a unos amigos norteamericanos que me telefonean preocupados: “Hemos visto en la tele las algaradas en la calle. ¿Qué pasa, que estáis como Grecia? ¿Para cuándo será la intervención de vuestra economía?”. Aunque he querido restar importancia a la movida sindical del pasado jueves, mis amigos ya me han dicho que de momento pasan de venir a España.

En otro foro con colegas economistas, con los que me reúno de tarde en vez, se comparte el pesimismo ante nuestro futuro: “No se trata de reducir el estado de bienestar —dice el que lleva la voz cantante—, sino de ver cuánto de él podremos mantener: con reformas, aún se podrá salvar bastante; sin ellas, simplemente nos vamos al carajo”.

En el estricto ámbito de nuestra Comunidad, ya me dirán si no es para atarse los machos: previsión de decrecimiento económico del 2,2% este año, según el BBVA; emisiones de deuda que no se pueden colocar; la inyección económica de Cristóbal Montoro liquidada en cuatro días para tapar agujeros; un paro superior a la media de España; ineficiencia educativa desde primaria hasta la universidad, según todos los rankings…

¿Y todo esto lo vamos a arreglar con absentismo laboral, baja productividad y huelgas y manifestaciones callejeras?

Lo peor es que todavía hay gente que cree que sí.

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