viernes, 14 de octubre de 2011

Tontos de caja

Hay muchas clases de tontos, según el repertorio popular: tonto de capirote, de baba, del culo,… sin necesidad de acudir a aquel “tontos de los cojones”, como calificaba el alcalde de Getafe, el socialista Pedro Castro, a los votantes del PP.


Ahora habría que añadir una nueva categoría, “tonto de caja”, por la manera tan estúpida como han malversado el caudal de las cajas de ahorros sus últimos gestores.


Claro que si vemos cómo se lo han llevado crudo los directores generales de Caixanova, José Luis Pego, y de la CAM, María Dolores Amorós, más que tontos son unos listos del carajo de la vela.


Éste no es el caso del último presidente de Caja Duero, Julio Fermoso, por supuesto. Pero la pasiva actitud con la que asistió a los estertores de la antigua caja salmantina le han convertido, si no en un paria, sí en un ejemplo de pésima gestión.


La culpa no fue suya, sin embargo. Quien forzó la unión contra natura —y contra la opinión de todos los expertos— de Caja Duero y Caja España fue el vicepresidente de la Junta Tomás Villanueva, que no debe ser tan listo como él se cree.


Su objetivo era crear una poderosa entidad financiera al servicio del poder político y, como al aprendiz de brujo, le salió el tiro por la culata: el monstruo económico que parió la absurda coyunda ha acabado en manos de Unicaja para poder subsistir. O sea, que nuestra entidad ahora es andaluza y socialista. ¡Toma ya!


Otro que tal es el gallego Núñez Feijóo. En su empeño en tener una potente caja en sus manos forzó la fusión de la viable Novacaixa con la infectada Caixa Galicia, con lo que ésta ha contagiado a la primera, yendo ambas a parar a la UVI.


Estas cosas ocurren por no dejar hacer los políticos a aquéllos que sí saben lo que se traen entre manos. Aquí sucedió con el añorado Sebastián Battaner. Anticipándose muchos años a la jugada, propuso en su día una alianza transversal de Caja Duero, de sur a norte, con Unicaja, Ibercaja y Cajastur, justamente tres de las entidades más saneadas de España, como se ha visto a posteriori.


Si tal operación se hubiese realizado, Caja Duero seguiría existiendo y siendo rentable y salmantina. Claro que a los políticos, cegados por su afán de protagonismo y de constante intromisión en la sociedad civil en beneficio propio, nada de eso les importa.


Y es que, a lo mejor, además del nuevo término “tonto de caja”, habría que añadir otro más: el de “tonto político”, que viene como anillo al dedo a todo lo que ahora está pasando.

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