lunes, 19 de septiembre de 2011

Solo nos queda la austeridad

Aunque parezca mentira, hace solo unos meses Francisco Camps aún decía que “la Comunidad Valenciana está liderando la recuperación económica de España”.

La doble falsedad era obvia: no había recuperación alguna y si el Consell del entonces presidente de la Comunidad estaba a la cabeza de algo era de la deuda pública, el déficit y el paro.

Afortunadamente, el caso Gürtel ha acabado con la perenne huida hacia adelante, el constante enmascaramiento de los datos macroeconómicos y el incremento del gasto público como coartada de una errática política autonómica. Por carambola política ha llegado al Palau de la Generalitat Alberto Fabra y, con él, por fin, la claridad, la transparencia informativa y la austeridad financiera.

Ahora sabemos que para una posible recuperación económica nos queda un largo y difícil camino por delante. Hay que apostar, para ello, por obras como la del corredor mediterráneo, que cuenta con el apoyo de Jorge Alarte y de Enric Morera, pero que en el escenario de la política nacional va a resultar preterida ante otras, al menos durante década y media.

Y es que nos hemos dado cuenta, de repente, que la cosa va para largo y de que la mayor parte de aquellos grandes eventos propiciados por Eduardo Zaplana y Paco Camps han sido ruinosos —desde Terra Mítica al Ágora, pasando por la Ciudad de la Luz—, no se han llegado a realizar —como Mundo Ilusión y la Ciudad de las Lenguas—, resultan deficitarios incluso antes de haberse inaugurado — caso del aeropuerto de Castellón— y siempre, más allá de su presunta rentabilidad, han drenado las arcas públicas de unos recursos necesarios para otras inversiones productivas, como ha sucedido con lo gastado en el Palau de les Arts, la Copa América o las pruebas de Fórmula 1.

Estamos, pues, sin un duro y ante un panorama cada vez más difícil para obtenerlo. Incluso algunas instituciones, como la Feria de Muestras y el Palacio de Congresos, se fagocitan unas a otras en su afán de competir por los mismos ingresos.

No quiero cargar las tintas en exceso, pero hasta que no nos demos cuenta de nuestras limitaciones y del contexto en el que nos movemos será más difícil que hallemos la solución.

Un ejemplo: el del empleo. En los momentos de mayor nivel de ocupación, los dirigentes autonómicos —de aquí y de toda España— presumían de que el haberlo logrado era mérito suyo. ¿Y cómo lo habían hecho? Misterio absoluto, ya que la creación de empleo va ligada a la actividad económica, a la demanda de las empresas y a la adaptabilidad del mercado laboral, tres variables en las que los Gobiernos autonómicos apenas si tienen nada que rascar.

Nuestro marco laboral es de ámbito estatal y, como me recuerda un eximio y veterano economista, “mantiene todavía una rigidez proveniente de tiempos de Franco”. Según él, la demagogia populista de la dictadura sobreprotegió la seguridad en el empleo a cambio de la pérdida de las libertades de los obreros: “Lo que nuestros sindicatos califican de derechos de los trabajadores no son muchas veces más que inventos del franquismo; de ahí el que tengamos un mercado laboral rígido e ineficaz y que por ello aumente brutalmente el paro en tiempos de crisis”.

O sea, que tenemos un largo camino de cambios por delante. Y que para salir de ésta, en España y en la Comunidad, hará falta esfuerzo, austeridad y sacrificios. Todo lo demás es un camelo, aunque los demagogos de uno u otro signo traten de ocultárnoslo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario