viernes, 16 de septiembre de 2011

Fraude fiscal

Estamos metidos en el torpe debate de si subir o bajar los impuestos, de cuánto deben pagar los ricos y de quiénes son ricos y quiénes no.
Pero no se trata de eso.
Los países del centro y norte de Europa no nos reprochan a los del sur nuestro esquema fiscal, sino que mientras ellos pagan rigurosamente sus impuestos, aquí defrauda todo quisque. Por eso, cuando se ha sabido que el fraude impositivo en Grecia es superior al 25 por ciento, muchas voces europeas han dicho que a los griegos les ayude su señora madre.
Y es que el rigor fiscal resulta imprescindible.
Cuando Carlos Solchaga era ya exministro de Hacienda fue a asesorar a algunos países suramericanos. "¿Qué debemos hacer para mejorar nuestra economía?", le preguntaron. "Que la gente pague sus impuestos", dijo el exministro. "Si empezamos pidiendo lo imposible, mal vamos", fue la respuesta de los otros.
Ya ven que la cosa tiene sus perendengues.
¿Cuál es el fraude fiscal en España? No existen cifras, claro, y probablemente no alcance al de Grecia, pero que seguro que no le va muy a la zaga, al igual que en Italia y en otros países vecinos. En los impuestos indirectos todo el mundo conoce la consabida frase: "¿Le facturo con IVA o sin IVA?". En el alquiler de pisos aun es peor: solo en Benidorm, por ejemplo, se estima que la oferta ilegal de apartamentos y viviendas turísticas supera las 80.000 plazas. Han leído bien: 80.000.
¿Y qué decir del impuesto general sobre la renta? Desde gente que simplemente no declara por el morro a otros que se inventan hábiles desgravaciones, la picaresca es infinita. Y quienes menos pagan, por supuesto, son quienes más ingresan, porque no lo hacen mediante nóminas fácilmente comprobables.
Fui testigo, una vez, de una reunión empresarial en la que se hacía el balance anual de la entidad. "¿Cuánto tenemos que pagar de impuestos?", preguntó el presidente: "Dadas nuestras ganancias, 20 millones", le contestó el director general. "Ni de coña", replicó el otro: "Arregla los números para que solo paguemos 6". Y así se hizo.
No se trata, pues, de inventar nada ni de rescatar absurdos impuestos, como el de patrimonio, sino de que paguen quienes deben de pagar.
Unos más, por supuesto, y otros menos, pero que lo hagan todos. Y que al defraudador se le caiga el pelo. ¡Ah!: y que las empresas no tributen por los beneficios reinvertidos que sirvan para crear empleo, mientras que se les de un palo, en cambio, por el dinero que se llevan por la cara sus directivos.
Ya ven que las cosas son más fáciles de lo que parecen.



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