domingo, 4 de septiembre de 2011

El rencor de la izquierda

Acaba de concluir la serie televisiva Plaza de España, una sorprendente comedia sobre la guerra civil donde no hay buenos ni malos, sino gente que quiere vivir al margen del conflicto y que se halla en uno u otro bando simplemente porque en aquel momento pasaba por allí.


Siento que la serie no haya tenido el éxito de audiencia que merecía, posiblemente porque seguimos instalados en el cainismo de odiar al prójimo en vez de intentar comprenderlo.

Algo de esto sucede en el último artículo de mi admirada amiga Maruja Torres, Hay un rencor en la derecha, del que discrepo totalmente. Y es que la derecha de hoy, pasada por el tamiz del liberalismo, el relativismo, el laicismo y otros ismos de la modernidad, resulta muchísimo más tolerante que una izquierda anclada en 1936 y que se empeña todos los días en reescribir la historia a su propio gusto, como evidencia el evanescente Rodríguez Zapatero, convertido ya en un espectro del político que fue.


Por eso, o por miopía política, uno no encuentra en la derecha actual el dogmatismo y el resentimiento de cierta izquierda. Un ejemplo: no he oído jamás en el otro bando —qué horror tener que hablar de bandos— lo que a la escritora Almudena Grandes, "cada mañana fusilaría dos o tres voces de la derecha".


Tamaña monstruosidad pasó en su momento casi inadvertida, cuando si su autor hubiera sido un intelectual conservador se le habría exigido, al menos, su exilio de España.


En la cotidiana y metódica falsificación de nuestra memoria histórica se enfatizan ahora las barbaridades del régimen de Franco durante la guerra y la posguerra —que las hubo, a montones—, pero se ocultan o hermosean las perpetradas bajo el manto republicano, desde los fusilamientos de Paracuellos a vesánicos interrogatorios en checas, como los de Grífols en Casa Tapias.


Incluso se ha convertido en héroes a todos los combatientes del maquis antifranquista. Ignoran, los que tal hacen, que PSOE y PCE liquidaron la lucha guerrillera en 1948 y que muchos de sus continuadores, como Facerías y tantos otros, fueron meros delincuentes.


Ojo, pues, dónde situar el rencor. En los últimos tiempos hemos visto pacíficas manifestaciones de masas, como la concentración por la visita del Papa, que han sido insultadas por vociferantes energúmenos de izquierdas, con banderas republicanas incluidas.


Y es que, concluyo, malas personas las hay en todas partes, pero si de algo no puede presumir nuestra izquierda radical es de ser progresista ni de amar a sus semejantes.

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