domingo, 18 de abril de 2010

El absurdo lío de El Cabañal

Si hace cien años la apertura de la Gran Vía madrileña hubiese tenido para su creación la mitad de los problemas que El Cabañal valenciano, Madrid continuaría siendo la agobiante y envejecida ciudad de los austrias, en vez de la amplia villa cosmopolita de hoy día.

Pero la bulla callejera de una minoría, ampliada por el ruido mediático y por un Gobierno central en guerra política contra la alcaldesa Rita Barberá, ha conseguido la paralización judicial de las obras, mientras que el viejo barrio marinero se degrada aún más, si es que eso resulta posible.
Lo bueno del caso, en esta paradójica sociedad de sobreabundante desinformación, es que las autoridades valencianas no pretenden la demolición de una zona que ellas mismas declararon Bien de Interés Cultural, sino la prolongación a través de ella de una avenida que abra la ciudad al mar y regenere el deprimido barrio noucentista. Ésa, al parecer, es una aspiración compartida por la mayoría silenciosa de unos vecinos hastiados de la mugre y del abandono y del asentamiento en el territorio de okupas, camellos y otras especies urbanas de nuevo cuño. Al menos, un pliego con 11.000 firmas avala tal hipótesis.

Ésa es la otra cara de lo que ocurre en El Cabañal donde, curiosamente, el programa de derribos y mejoras propuesto por el Ayuntamiento consiguió la mayoría de votos en las pasadas elecciones municipales. Claro que todo esto resulta menos excitante que hablar de abusos y de expolios a expensas de los reales intereses de unos vecinos que poco a poco abandonan un barrio convertido en el Beirut Oeste donde los políticos dirimen sus particulares conflictos al margen de las urnas.

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