El mayor problema del
PP no es saber si descabalga o no a Alfonso
Rus de la jefatura del partido en Valencia. El problema real es si podrá
acabar la legislatura y en qué condiciones lo hará.
Las proyecciones que
tienen los diferentes partidos políticos de la Comunidad, así como las empresas
demoscópicas, muestran un inexorable declive del Partido Popular que le
llevaría a perder las próximas elecciones, ya sean éstas en 2015 o se celebren
con anterioridad a dicha fecha.
Como se ve, nos
hallamos ante un escenario que contrasta brutalmente con el poder absoluto del
que ha venido gozando el PP en esta tierra. Como recordaba Alberto Fabra cuando su reelección al frente del partido el mes
pasado, “gobernamos la Generalitat, las diputaciones de las tres provincias y
355 de los 542 municipios de la Comunidad”.
Una barbaridad. Pero
aun así no debe dormirse en los laureles. Desde las elecciones islandesas de
enero de 2009 hasta la reciente derrota de Sarkozy
frente a Hollande, la crisis
económica se ha llevado por delante a 16 Gobiernos europeos, ya sean de
izquierdas o de derechas, y a una cantidad indeterminada de Gobiernos
regionales. Así que al tanto.
Pero no son sólo los
problemas económicos de índole general los que agobian al Consell —deuda
pública, déficit, dificultades de financiación y de pago de las obligaciones
vencidas…—, sino los más específicos derivados de la corrupción y de la
subsiguiente mala imagen de nuestra región en los mercados y, sobre todo, entre
los ciudadanos.
Bien es verdad que la
corrupción no ha pasado hasta ahora factura electoral en este país. Pero es que
la acumulación de casos en la Comunidad —propios o comunes a otros lugares,
reales o supuestos— bate records: Gürtel, Emarsa, financiación del PP, procesos
a Carlos Fabra, caso Nóos,
sobrecostes de Calatrava,
cooperación con el Tercer Mundo, quiebras de la CAM, Banco de Valencia y
Bancaixa…
Le queda, pues, por
delante a Alberto Fabra un durísimo recorrido esta legislatura como para
distraerse en rifirrafes internos.
La única ventaja del
PP ante este panorama es la falta de alternativa política que ofrecen sus
adversarios, puesta de manifiesto una semana sí y otra también en los debates
en Les Corts y en las sesiones de control al Consell.
Aun así, las
encuestas que se manejan de tapadillo muestran una subida en las expectativas
de voto de EU, con Marga Sanz al
frente, y de Compromís, donde curiosamente resulta más conocida Mónica Oltra que su líder, Enric Morera. El innegable crecimiento
de esta última coalición alcanza, sin embargo, un techo más bajo de lo que
seguramente merece el trabajo político de sus dirigentes. Y es que el
nacionalismo o el regionalismo tienen en esta tierra el recorrido que tienen y
nada más.
El que sigue hasta
ahora sin levantar cabeza es el PSPV-PSOE, donde el relevo de Jorge Alarte por Ximo Puig, en vez de elevar las expectativas ofrece una imagen de
división y de carencia de proyecto.
Tampoco debería
fiarse el PP de que la previsible entrada en Les Corts de UPyD —el partido de Rosa Díez— compense el crecimiento de
sus adversarios tradicionales. El pacto de ésta en Asturias con el socialista Javier Fernández evidencia que el PP
está más solo que la una. Así que, una vez más, o gana las próximas elecciones
por mayoría absoluta o se quedará para vestir santos.
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