sábado, 23 de junio de 2012

Benidorm y los británicos


La conclusión, tras tres semanas de viaje por Gran Bretaña, es muy simple: allí todo el mundo conoce Benidorm, pero casi nadie sabe qué demonios es eso de la Comunitat Valènciana.

         Tiene razón, pues, la patronal hotelera Hosbec en que han sido infructuosos los esfuerzos en promocionar la Comunidad y que los dineros mejor gastados lo son en vender los destinos turísticos concretos de Valencia y de Benidorm. A partir de ahí vendría todo lo demás.

         En esa línea, también parece razonable la propuesta del presidente de Hosbec, Antonio Mayor, de que la ciudad de la Marina Baixa albergue la Consellería de Turismo. Lo avala el que concentre el 40 por ciento de las pernoctaciones turísticas de la Comunidad.

         Entre los que veranean en ella están la familia Garvey y otros personajes de ficción de la exitosa serie televisiva Benidorm, creada por Derren Litten y que ya lleva en antena cinco años. Se trata de una sitcom casposa, como lo son sus protagonistas, quienes en clave de humor encarnan todos los tópicos de las clases populares británicas cuando van de vacaciones. Con semejante puesta en escena, ¿cómo no va a ser conocida, por consiguiente, nuestra ciudad costera?

         Aun así, y pese a nuestro pedigrí turístico, todavía tenemos mucho que aprender de la experiencia ajena. En el caso de Gran Bretaña, allí han conseguido enormes afluencias turísticas no sólo en la bellísima Edimburgo, o en la Stradford-upon-Avon natal de William Shakespeare, sino que ya no queda piedra histórica a la que los británicos no le saquen partido: desde las derruidas abadías de los Scottish Borders hasta los milenarios monolitos de Stonehenge —que, por cierto, pueden verse desde la carretera—, de todo ello obtienen un jugoso rendimiento económico, incluidos los minúsculos pueblecitos de las Cotswold Hills, desbordados ellos también de jubilados japoneses y de otras procedencias.

         En una envidiable conservación patrimonial a imitar, lo mismo se han reconvertido en museos y en centros comerciales antiguas fábricas inglesas, que se organizan recorridos turísticos por las abandonadas minas de carbón de Gales. Todo ello, eso sí, de pago y mucho pago.

         Valencia, en concreto, bien podría tomar ejemplo para sus desaprovechadas dársenas en la magnífica recuperación de los animados muelles de Liverpool o de la bella bahía de Cardiff.

         Y es que, por mucho que creamos saber, siempre se está a tiempo de aprender algo de los demás.

         Así lo ha hecho, por ejemplo, Alicante, que aumentará la extensión de su zona azul en el pleno municipal del próximo día 29. Eso es algo habitual en todas las poblaciones británicas, con costosísimos aparcamientos ciudadanos que permiten reducir el tráfico, facilitan el paseo de los peatones y fomentan el transporte público, sí, ese mismo que todos nosotros ponderamos pero al que aquí no solemos dar ningún tipo de facilidades.

         Volviendo, para acabar, al título de este artículo, valdría la pena convertir a Benidorm —además de Valencia— en la capital de derecho de nuestro turismo, porque ya lo es de hecho. Hay que aprovechar su nombradía, invertir en ella y convertirla en reclamo definitivo para paquetes combinados con otros destinos de nuestra Comunidad.

         Así lograríamos, entre otras cosas, sacar a la televisiva familia Garvey de su inclusivo resort de La Solana y hacer que los británicos conozcan de una vez el resto de nuestra rica y variada geografía.



  



  

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