lunes, 7 de mayo de 2012

2015


La principal preocupación de nuestros políticos —más allá de servir a los ciudadanos y lidiar con la crisis económica— es conseguir el poder, mantenerlo luego y recuperarlo en el caso de haberlo perdido.

Por eso están siempre pendientes de la próxima cita electoral. Es lo que explicaba Alfonso Guerra cuando ostentaba el máximo poder dentro del PSOE: “Las elecciones se empiezan a preparar al día siguiente de haberse celebrado las anteriores”.

No es de extrañar, por consiguiente, que unos y otros estén pensando ya en los comicios autonómicos de 2015 y en las elecciones generales que vendrán a continuación. No se trata, además, de una fecha muy lejana, ya que según algún analista “lo más probable es que se adelanten ambas convocatorias, porque con el agravamiento de la crisis no hay Gobierno que resista”.

         Los hechos le dan la razón. Casi todos los partidos en el poder, del signo que sean, han venido perdiendo el Gobierno durante los últimos años: Gran Bretaña, Irlanda, Portugal, España…

         Ni siquiera alguien tan carismático como Barak Obama tiene asegurada la reelección frente al errático candidato republicano Mitt Romney. Según el especialista demoscópico Robert Kuttner, las secuelas de la crisis económica norteamericana —más leve que la que padece Europa— podrían acabar pasándole factura.

         Con estas consideraciones de por medio, llega el congreso del PP de la Comunidad, en el que Alberto Fabra debe afianzar su precario liderazgo y preparar el camino para su reelección al frente del Consell. En ese proceso resulta clave el nombre del próximo secretario general del partido y se explican, entonces, las guerras para que sea uno u otro el designado.   

         Todos los interesados coinciden en que la persona deseada por Fabra es el conseller Serafín Castellano, pese a la oposición de Rita Barberá, con su propio candidato, Jorge Bellver, y de Alfonso Rus, con el suyo, Vicente Betoret.

         Esos rifirrafes evidencian la importancia de un cargo en el que Castellano haría bascular el poder que hoy ostentan la alcaldesa de Valencia y el presidente de la Diputación en favor del inquilino del Palau.

         De no acceder al cargo el conseller de Gobernació, hay quien cree que éste iría a parar al vicepresidente José Ciscar, “quien podría compatibilizarlo con su puesto en el Consell, como hizo en su día José Luis Olivas”. Otra hipótesis posible, para evitar la guerra cruzada entre los pesos pesados del PP es que siguiese Antonio Clemente, “aunque eso supondría una frustración para el Presidente, que quiere a una persona de su confianza y que sea batalladora para encarar los duros tiempos que se avecinan”, me dice alguien que conoce bien los entresijos del partido.

         En éstas está, pues, el PP, pensando ya en la batalla electoral de 2015 cuando aún debe resolver los graves problemas financieros de la Comunidad.

         Pero lo mismo le sucede al PSPV-PSOE, donde al menos tres nombres se han postulado como candidatos presidenciales de aquí a tres años: Ximo Puig, secretario general, Francesc Romeu, portavoz de la Ejecutiva, y Manuel Mata. Por otra parte, los afines a Jorge Alarte, convencidos de que en 2015 el PP perderá las elecciones, pretenden rentabilizar su cuota de poder dentro de la organización.

         Ya ven cómo está el patio.

Si los políticos pusiesen tanto empeño en solucionar nuestros problemas como parecen ponerlo en resolver sus propias cuitas, otro gallo nos cantaría.

    


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