sábado, 11 de febrero de 2012

¿Tiene arreglo el PSPV?

A tenor del afán autodestructivo de sus dirigentes, no parece que la crónica enfermedad política del PSPV tenga solución. Hasta los jueces se permiten criticarlo, como el magistrado que decide sobre la demanda de Antoni Asunción contra Jorge Alarte por difamación y atentado contra su honor: “La desunión de un partido político dice muy poco de éste”, han sido las palabras textuales del juez.


Mucho peores son las que se dedican en privado unos a otros los caudillos de las diferentes facciones socialistas. Menos guapos, se han llamado de todo.


Mientras tanto, durante las últimas semanas han proliferado en foros de opinión, periódicos afines y medios digitales distintos análisis sobre los males del socialismo valenciano. Todos coinciden en el diagnóstico: los dirigentes del partido viven alejados de la realidad, más preocupados en apropiarse del último despojo de poder que en resolver los problemas de los ciudadanos.


El último congreso del PSOE ha evidenciado la fractura cainita del partido, habiendo buscado unos y otros el amparo de Pérez Rubalcaba o Carmen Chacón, no tanto para colaborar en sus proyectos respectivos como para recabar su protección en la guerra fratricida que se libra en la Comunidad.


Lo acaba de reconocer el ex presidente Joan Lerma, hombre que de ordinario prefiere el trabajo político oscuro a la estridencia y a los titulares de prensa, al advertir a Jorge Alarte que ni el apoyo del nuevo secretario general del PSOE le garantiza su reelección.


Contra esa reelección se ha concitado un grupo de notables del partido. De un lado Francesc Romeu, “el chico de los trenes”, como despectivamente he oído que le llaman en la sede del PSPV por su cargo en Renfe. De otro, el bullidor Manuel Mata, el único con propuestas ideológicas específicas. Y luego, en un totum revolutum, Ximo Puig, Leire Pajín y todos aquellos que, por un motivo u otro, no quieren apearse del machito.


El caso de Leire Pajín es significativo: la otrora poderosa mano derecha de Rodríguez Zapatero se ha convertido en un cero a la izquierda en el partido y cree que para mantener algunas migajas de poder le resulta más valiosa ahora la alianza con Ximo Puig que su anterior apoyo a Alarte.

Es el problema de los profesionales de la política que no saben hacer nada fuera del acomodo orgánico en el partido. Ahora le sucede a ella y más tarde les ocurrirá lo mismo a los otros lópeces de Rubalcaba: Patxi López y Óscar López, cuyo recorrido profesional empieza y acaba en el PSOE.
El antiguo dirigente del partido Joaquín Leguina definía el otro día con acierto ese síndrome: “Son todos aquellos que nunca han trabajado en la vida real y sólo han pasado por las Juventudes Socialistas, la peor escuela posible y que debería desaparecer”.


Viviendo, pues, en esa permanente burbuja de irrealidad, no resulta extraña la desconexión de los dirigentes del PSPV-PSOE con los electores y la pérdida creciente de votos y de influencia social. Los problemas de los ciudadanos son unos muy concretos mientras que el discurso socialista está lleno de abstracciones.


Aun así, los dirigentes del PSPV siguen creyendo en el tirón electoral que tenían sus siglas en el pasado. No se dan cuenta de que mientras ellos continúan enzarzados en sus guerras internas el PP sobrevive tan ricamente a sus repetidos y recientes errores y terceros partidos, como el Bloc y Esquerra Unida, crecen a costa de los desencantados de nuestro socialismo autóctono.


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