viernes, 10 de febrero de 2012

La sombra del dopaje

España tiene, por desgracia, la dudosa reputación deportiva que acompañó durante décadas a la desparecida Alemania del Este. Claro que en aquella época las técnicas antidopaje no eran tan sofisticadas ni se aplicaban tan a rajatabla como ahora. Por eso, nadie pudo discutir los espectaculares records de Marita Koch y otras campeonas de atletismo.


Tampoco las pruebas de sexo se practicaron en forma durante muchos años, más allá de la sospecha que acompañó siempre a atletas como Tamara Press o Jarmila Kratochvilová.


Hoy día, en cambio, los controles de todo tipo menudean que da gusto, sin distinguir modalidades ni colores deportivos y así grandes campeones olímpicos se han visto desposeídos de sus títulos.

Ahora le ha tocado el turno a Alberto Contador por un mínimo y discutible asunto que seguramente no habría ido a más de no ser por esa sospecha generalizada sobre nuestro deporte que, en el ciclismo, concretamente, ha provocado la sanción por dopaje de Roberto Heras, Aitor González, Mikel Astarloza y muchos campeones más.


Si el éxito general y continuado del deporte español explica el celo justiciero de envidiosos y de despechados, éste no sería suficiente sin la reiteración de escándalos y la existencia de tramas como la Operación Puerto, de fraude a gran escala en la práctica deportiva.

Aquellos polvos, pues, han traído estos lodos. Claro que según un amigo mío resulta desproporcionado tanto rigor con los pobres deportistas. ¿Por qué no se aplican también medidas antidopaje —se pregunta— a los políticos antes de los mítines, a los jueces antes de dictar sentencia o a los contertulios antes de un debate televisivo?


Si así se hiciese, según él, sus resultados nos dejarían totalmente estupefactos.

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