jueves, 6 de marzo de 2014

Improvisación política



Contrariamente a la presunción de Mariano Rajoy de tener ideas claras, su acción de Gobierno es un canto a la improvisación.
Lo empezó demostrando al aplicar una subida generalizada de impuestos cuando había prometido reducirlos. Luego, sobre la marcha, ha ido componiendo, enmendando y recomponiendo sus políticas en lo que él llama “adaptarse a la realidad”.
Ello no sólo en los temas económicos, donde se pasa de una amnistía fiscal a apretar las tuercas a los pequeños contribuyentes o se cambia al tuntún la factura eléctrica.
 A falta de ideas, de criterio, de ideología o de lo que sea, una nueva ocurrencia contradictoria con la anterior la sustituye tan ricamente, ya sea en la política antiterrorista, en la falsa promoción de empleo, en la financiación autonómica, en la presunta lucha contra la corrupción, etcétera, etcétera.
Lo que para unos no sería más que una demostración de cintura política, de saber adaptarse a las circunstancias, para otros no es más que una prueba de ignorancia y de desconcierto.
Pero, ojo, no culpemos de ello sólo al PP, ya que la improvisación en tareas de gobierno es consustancial a todos los partidos políticos. ¿O es que no recordamos la errática política de Rodríguez Zapatero, ora para aquí, ora para allá, según el dictado de su último consejero, el último artículo leído o la última moda de pensamiento ideológico?
Una tradición secular española ha intentado convencernos de las ventajas de esta improvisación de la que carecen otros países de nuestro entorno: “Ellos son rígidos e inflexibles, unos cabezas cuadradas, en suma”.
Quizá por eso, por la previsibilidad de las leyes y los reglamentos, no los cambian cada dos por tres, evitando que sus ciudadanos vivan en una permanente zozobra e inseguridad jurídica, como sucede en España. Aquí, entre normas estatales, autonómicas y de entes menores aprobamos cada mes casi tantas como en el resto de la Unión Europea.
Ya ven, ésa, la improvisación, es la auténtica “marca España”, y no la genialidad ni el talento de los que tanto presumimos.       

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