jueves, 16 de diciembre de 2010

La Comunidad Valenciana y la corrupción

Hace solamente dos o tres años, cuando uno viajaba fuera de la Comunidad todo era oír elogios de nuestro cap i casal, de la espectacularidad de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Santiago Calatrava y de lo bien que lo estaba haciendo la alcaldesa, Rita Barberá.

Ya no es así. Y no sólo por la sorpresa de muchos visitantes ante el abandono de la dársena que albergó la Copa América, que también. En los últimos meses he debido hacer frecuentes viajes a Cataluña, Galicia, el País Vasco y la Meseta y el común denominador de todas las interlocuciones es la corrupción política.

Llama la atención la cantidad y calidad de implicados en la Comunidad, desde Carlos Fabra en Castellón hasta Joaquín Ripoll, en Alicante, pasando por el presidente Francisco Camps.

No es extraña esta preocupación, dado que la corrupción se ha convertido en un gravísimo problema para los ciudadanos del ancho mundo, como acaba de poner en evidencia la ONG Transparencia Internacional, que representa en España Garrigues Walker. También para los españoles la clase política es el tercer problema del país, según el barómetro del CIS del mes de noviembre.

Con todo, me sorprende que a los catalanes –un 85% de ellos cree que la corrupción política esta “muy” o “bastante extendida”, según otra encuesta– les inquieten más los escándalos de nuestra Comunidad que el caso Pretoria, el saqueo del Palau por Félix Millet, o que el partido de Artur Mas haya sido el beneficiario de la mordida del 3% que denunció Maragall y de la que nadie ha vuelto a hablar.

A otra escala, algo similar me ha ocurrido en Castilla y León, donde el caso Gürtel se ha llevado por delante a políticos como Jesús Merino –que fue vicepresidente de la Junta– y a empresarios como José Luis Ulibarri y que salpica ahora al presidente de Las Cortes regionales, Fernández Santiago. Pues bien: las conversaciones no se centran en ellos, sino en los políticos valencianos, como se pudo apreciar entre bastidores, el pasado jueves, durante el cónclave del PP en Segovia con Mariano Rajoy.

No sé muy bien a qué se debe el que sean siempre los mismos los que se llevan la fama cuando en todas partes cuecen habas, por fundir aquí dos refranes que hacen al caso. Lo cierto es que, a falta de otros asuntos, otros argumentos y otros motivos de notoriedad, la corrupción política viene siendo el tema de conversación en lo que a la Comunidad Valenciana se refiere. Ahí creo yo que está la madre del cordero: en la ausencia de otras referencias políticas, económicas, culturales... que sitúen a nuestra Comunidad donde merece estar.

Por ejemplo: en el ámbito político han desaparecido de la primera línea personajes de un valencianismo más que discutible, como Fernández de la Vega, Pedro Solbes o Bernat Soria, pero que estaban allí. Ahora sólo nos quedan González Pons y Leire Pajín, contestada esta última hasta en sus propias filas. Poco balance, pues, del que presumir. ¿Y qué decir del mundo empresarial, cuando apenas si Juan Roig se presenta como único modelo a imitar?

Es necesario, por consiguiente, que la sociedad civil despierte y que los empresarios tomen el relevo de los políticos para ofrecer la mejor imagen de nuestra Comunidad. Es la hora en que los Rafael Ferrando, José Vicente González, Francisco Pons, Vicente Boluda, José Vicente Morata y bastantes más den un paso adelante y exhiban las bondades de nuestra región en un momento en que la administración pública no está, precisamente, para tirar cohetes.

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