domingo, 28 de octubre de 2012

La injusticia del desahucio


Con lo lenta que es la Justicia española, sorprende la celeridad con que se ejecutan los desahucios. Como si éstos tuvieran otra vara de medir.

Lo cierto es que en nuestro país se efectúan 500 desahucios diarios. Es decir, medio millón desde 2008. Una auténtica barbaridad.

La tragedia social y personal que supone perder la vivienda y quedarse, en muchos casos, en la p… calle empieza a jalonarse de sucesos escalofriantes, como el creciente número de suicidios entre los afectados.

Sigo sin entender, además, que gran parte de esos incidentes no concluyan al entregarse el bien hipotecado —la famosa dación, que algunos tratan de imponer—, sino que la persona privada de su vivienda tiene que seguir pagando lo que queda del préstamo: o sea, que además de cornuda, apaleada.

El argumento del acreedor es que dio un crédito superior al precio del piso hipotecado. ¿Pero qué culpa tiene de ello el prestatario? ¿No era responsabilidad del prestador ajustarse al valor del inmueble dado en prenda?

Ésa fue en su día la intención de los juristas romanos al crear los préstamos hipotecarios, justo lo contrario de la avaricia de los banqueros actuales, unos inútiles en su oficio que nos han hundido en el abismo financiero.

Lo absurdo de la práctica indiscriminada del desahucio es que con ella salen perdiendo las entidades financieras, que acaban revendiendo los pisos a la mitad de su valor. ¿No les resultaría mejor dejárselos a sus propietarios, en espera de recuperar algún día el dinero prestado?

En vez de eso, prefieren tirar piedras contra su propio tejado y hundir el mercado inmobiliario con tal de seguir fastidiando al personal.   

 

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