jueves, 12 de agosto de 2010

Nos quedamos sin empresas

Leo que en Salamanca hemos perdido medio millar de empresas en dos años. Vaya por Dios. Claro que una apostilla pretendidamente optimista de la noticia añade que en el conjunto de España ha sido peor. Por supuesto: es que en todo el país la proporción de empresas es más alta que aquí.
O sea, que no se consuela el que no quiere. Lo cierto, sin embargo, es que en nuestra tierra el empresario es una especie exótica, como ya he dicho más de una vez. No sé si por falta de tradición, del llamado tejido industrial, de espíritu de riesgo o por otras razones no sólo tenemos pocos emprendedores, sino que la tendencia va a menos.
Tampoco es que las autoridades se deslomen por fomentar la iniciativa privada. Éste es un mal endémico de una sociedad como la nuestra, proclive al conformismo funcionarial. Mucho más, ya me dirán, si no, en una época de crisis como la actual, en que más vale el refugio de la función pública, aunque sea con recortes salariales, que exponerse a la inseguridad del mercado.
Las autoridades, digo, pese a legislar como unas posesas, no favorecen la creación de empresas, ni su mantenimiento, ni mucho menos su desarrollo. Con lo de legislar como posesas me refiero a que somos el país del mundo con más normas por centímetro cuadrado, donde en vez de presumir de hacer las mejores leyes, fardamos del número de disposiciones que se aprueban. Ejemplo: un diputado se jacta en su blog de haber presentado en dos años 2.650 iniciativas parlamentarias. ¿De verdad hay tantos asuntos en los que puede meter mano un político y quedarse luego tan fresco?
Así pasa lo que pasa: que en España cuesta mes y medio de trámites el crear una empresa, mientras en otros países se hace en un par de días. En el fondo es que no acaba de creer en la actividad privada ni el mismísimo Gobierno. Otro ejemplo: en plena crisis de exportaciones, con la urgente necesidad de reactivar el comercio exterior, se han suprimido las oposiciones a economistas del Estado en nuestras oficinas del exterior. O sea, que con ello se ahorrará media docena de nóminas, sí, pero en cambio ayudaremos a que se destruyan más empresas.

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