lunes, 1 de marzo de 2010

Pan para hoy... y hambre para mañana

Ha bastado el anuncio de un mínimo cambio en la edad de jubilación para sacar los sindicatos a la calle y provocar el cabreo de la mayoría de los ciudadanos. Lo más grave, con todo, es que un Gobierno pusilánime y acobardado se ha arrugado a la primera de cambio. ¿Es éste un Gobierno con temple para sacarnos de la crisis?

Tan poco dispuesto parece a agarrar el paro por los cuernos que, tras amagar con congelar el sueldo de los funcionarios, inmediatamente propone como forma de reducir el déficit el no reemplazar a nueve de cada diez funcionarios que se jubilen. O sea: más paro.

Tanto teme Rodríguez Zapatero la impopularidad, que prefiere mantenernos en la crisis a pedir sacrificios compartidos para superarla. Ya ha visto la marimorena que se ha armado en Grecia con las duras medidas anticrisis y a él nadie le va a pillar en algo ni remotamente parecido.

Lo malo es que para crear empleo hay que modificar el mercado laboral y, por supuesto, acabar con las prejubilaciones doradas y los sueldos e indemnizaciones millonarias de los ejecutivos. También, aunque sea duro, reducir prestaciones a corto plazo —incluyendo, incluso, el llamado copago de la sanidad— para poder preservarlas dentro de treinta años. Claro que a nuestros políticos lo único que les importa son las próximas elecciones: el problema de la siguiente generación les trae sin cuidado.

De no atarnos, pues, los machos, no podremos aguantar indefinidamente ese 22 ó 23 por ciento de población en paro al que algunos economistas, como el catedrático catalán Santiago Niño, prevén que por desgracia pronto habremos de llegar.

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