jueves, 24 de diciembre de 2009

Felicitaciones de Navidad

Los mayores beneficiarios de las felicitaciones de Navidad, este año, son los funcionarios de Correos. El envío de postales tradicionales ha caído en picado, así que menos trabajo para ellos.
Supongo que ese menor tráfico postal se debe a la crisis económica. Un síntoma: aquellas instituciones públicas que antes enviaban christmas pretenciosos, con relieves dorados, impresos a cinco tintas y que valían un pastón, en esta oportunidad se han conformado con sobrios tarjetones firmados por el mandamás de turno. Vaya, lo mismo que esas cajas de ahorros que, sumidas en fusiones indeseadas, se ahorran ahora hasta el típico calendario de pared de otros años.
Esto, digo, lo de la crisis, sólo es una explicación parcial del menor correo navideño. Porque hay otras. La principal, Internet.
Rellenar postales clásicas, aunque sea para ayudar a Unicef, Intermón, Manos Unidas y demás organizaciones benéficas, en el fondo resulta un coñazo, ya que hay que hacerlo una a una, a no ser que se vaya a la imprenta o se disponga de una impresora laser superguay, como dicen ahora.
O sea, que preferimos felicitar al prójimo vía informática, mediante correos electrónicos. Ello ofrece numerosas ventajas, de las que sólo enumero unas pocas. Por ejemplo, basta un solo texto genérico para un montón de receptores, quienes lo recibirán de inmediato, tras haberse apretado la tecla oportuna del ordenador.
Los más listos pueden incorporar además todo tipo de viñetas, dibujos, música, animaciones, vídeos,… con lo que la recepción de felicitaciones pasa de ser el mero ritual de antaño a convertirse hoy día en todo un espectáculo. A aquellos otros menos dotados de conocimientos informáticos, como un servidor, o más vagos, lo que también es mi caso, nos basta con copiar la mejor felicitación recibida y reenviarla como si fuese nuestra, con lo que quedamos como unos reyes.
Ya ven cómo ha cambiado la Navidad. La otra modificación importante, como me recuerda un amigo, es que las alusiones religiosas a estas fiestas han desaparecido prácticamente: “Casi no hay ya diferencia entre Navidad o Carnaval”, me dice en un e-mail.
Pues también es verdad.

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