Sí
que sería bueno, sí, que todos los hijos de puta de este mundo fuesen juzgados
y condenados por los tribunales de Justicia, aunque éstos sean españoles, a
falta de otros más cualificados y competentes.
Pero
ya me dirán cómo. Nuestros magistrados no dan abasto para juzgar los delitos y
crímenes de este país, con sumarios cuya instrucción se dilata años y años y con
encausados que deben ser puestos en libertad al acabarse su período de prisión
preventiva.
¡Cuántos
casos prescriben y cuántos imputados se libran así del brazo de la ley! A fecha
de hoy, por ejemplo, tenemos clamando justicia a decenas de miles de afectados
por las obligaciones preferentes, mientras que los culpables andan por ahí tan
ricamente, nunca mejor dicho.
¿Y
qué decir de la corrupción política, de la que apenas si se han entrevisto
algunos pliegues de la trama? Ahora, para nuestra vergüenza, empiezan a
investigarse casos de hace una decena de años, con algunos culpables fallecidos
y otros al margen ya de cualquier responsabilidad penal.
En
este contexto, ¿parece de recibo juzgar al ex presidente chino Jiang Zemin y otros líderes mundiales?
En la obvia imposibilidad que tal cosa llegue a suceder, parece que los
partidos políticos que la promueven lo hagan más por quedar bien e incomodar al
Gobierno español de turno, poniéndolo internacionalmente en ridículo, que para
hacer justicia.
Ya
existen, en Europa y en el mundo, tribunales internacionales de Justicia. Si
queremos hacerlos más eficaces y que no queden impunes los malvados del ancho
mundo, lo adecuado sería dotarlos de más medios materiales y humanos, que
España ofreciese más recursos económicos y de personal para juzgar a todo
quisque. ¡Pero que lo intenten hacer los tribunales nacionales, estancados como
están en dar satisfacción a sus propios ciudadanos…!
Una
vez más, está visto que una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario