jueves, 30 de mayo de 2013

Transparencia periodística



No critico aquí —que también— la nefasta moda audiovisual por la que el mismo presentador anuncia un atentado en Londres y un vigorizador del cabello o una bebida espirituosa. La desaparición de la barrera entre información y publicidad —antes severamente prohibida— suele envilecer a la primera y crear confusión sobre la segunda.
         Me refiero a esa otra financiación de algunas empresas informativas y de algunos periodistas, tan irregular, al menos, como las cuentas de Luis Bárcenas.
         Los ingresos publicitarios son necesarios, por supuesto, para la supervivencia de los medios de comunicación. Pero bastantes de éstos han tenido también, y aún tienen, otras percepciones mucho más opacas, procedentes tanto de instituciones públicas como de empresas privadas deseosas de gozar de un complaciente tratamiento informativo. ¿Por qué, entonces, si los medios de comunicación exigen que haya más transparencia en la vida pública, no hacen lo mismo en lo referente a sus propias cuentas?
         Igual, o más, cabría decir de algunos periodistas como, por ejemplo, aquéllos a quienes agasajaba generosamente Jesús Gil cuando era alcalde de Marbella y que enseguida mordieron la mano que les daba de comer en cuanto su protector cayó en desgracia.
         Ésas son cosas de la vida que, en la mayoría de los casos, no entrañan infracción legal alguna: viajes, gastos pagados, comidas y recepciones, regalos navideños… han supuesto sustanciosos sobresueldos para los profesionales de la información.
         Lo peor, sin embargo, es cuando un periodista ha estado o está en la nómina encubierta de un político, un empresario u otro personaje relevante de la vida pública. Si eso llegáramos a saberlo los ciudadanos, ignorantes de todo ello, muchas opiniones de tertulianos y de articulistas quedarían descalificadas de inmediato.
         Todo esto resulta excepcional, por supuesto, pero si de verdad ha llegado la hora de la transparencia en la vida pública, mejor será que nos apliquemos el cuento todos nosotros y así tengamos una sociedad más honesta y mejor informada.

           

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