domingo, 3 de febrero de 2013

O deporte o paro


Ahora somos campeones mundiales de balonmano, como lo hemos sido de fútbol, de baloncesto y hasta de tenis.

¡Ah, se me olvidaba! También somos campeones mundiales de paro; sobre todo, de paro juvenil.

No me resisto a la tentación de establecer una correlación entre ambos hechos. Si hubiésemos dedicado a la educación, a la formación profesional y a la creación de empleo las ingentes cantidades invertidas en el deporte, otro gallo cantaría. Pero, al parecer, preferimos títulos deportivos a puestos de trabajo.

Lo malo es que en época de crisis el dinero tampoco llega para mantener las elefantiásicas estructuras deportivas. El mejor ejemplo: que la mayoría de los clubes de fútbol del país está prácticamente en quiebra.

Aun así, oímos hablar de contratos millonarios y de astronómicas cláusulas de rescisión, no ya de Messi, Cristiano Ronaldo y otros cracks, sino de cualquier futbolista de medio pelo.

Lo peor es que, al final, todo ese dispendio no lo pagan sólo los hinchas del fútbol, sino que recae sobre todos los ciudadanos merced a las generosas subvenciones de ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas. Así se explica que mientras la Generalitat Valenciana no tiene dinero para atender a la sanidad, asuma los préstamos de Bankia —otro que tal— al Valencia C.F.

Estamos ante un mayúsculo despropósito. Tanto es así, que nuestros jóvenes se parten el alma no ya por cualquier empleo imposible, sino por un sustancioso contrato deportivo.

Por eso, quizás, tenemos tantos y tan buenos deportistas. Por eso, probablemente, exportamos futbolistas hasta a la Premier inglesa. Puestos a emigrar, mejor hacerlo como Mata o Silva, que no como jornalero a la vendimia francesa.

El dilema está claro: o deporte o paro.

      

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